¿Quién es?
El lector que se sitúa entre el niño y el adulto no tiene un
término propio. Tampoco hay unos límites de edad claramente fijados: pueden ser
de 12 a 18 años; o tal vez el adolescente a los 16 años ya opte por formar
parte de los lectores adultos. Estas son incógnitas que cada país y cada
momento histórico ha resuelto de formas diversas y, en muchos casos, en
estrecha relación con los condicionantes sociológicos y políticos que
configuran una sociedad determinada. Tal vez la cuestión más relevante sea que
el lector juvenil no existe porque, al llegar a la adolescencia, los jóvenes
dejan de leer. Entre los desertores suele haber más chicos que chicas. Así,
entre los que se mantienen en las filas de la literatura, los gustos lectores
se diversifican: Hay una lectura de chicas y otra lectura de chicos.
¿Qué lee?
Lee muchas cosas. En primer lugar, los profesores les
inducen a leer algunas obras clásicas, ya sea de la literatura nacional o de la
universal. Mal que bien con métodos más o menos sugerentes, los sufridos
profesores intentarán acercar estos clásicos por medio de la lectura en voz
alta, la asistencia a una obra de teatro o la proyección de una película. Y,
claro está, por medio de fragmentos extraídos de los libros de texto, de las
adaptaciones. En segundo lugar, los adolescentes tienen a su alcance la
literatura juvenil que autores, editores y mediadores han creado y puesto a su
disposición. Es lo que algunos llaman literatura juvenil homologada. Los temas
pueden ser variados. En tercer lugar, el adolescente descubre un universo de
lecturas que le llaman directamente y que parecen estarle destinadas o pensadas
para que las elija: una literatura que escapa del control de los adultos y que
conforma una cultura juvenil generalmente no homologada: Cómics, novelas
gráficas, best sellers, revistas, un material impreso que llena en sus horas de
ocios. La cuarta y última fuente de lectura de los adolescentes es el mundo de
su ordenador, Smartphone o iPad. A través de él, escucha poesía a través de las
canciones de sus grupos o cantantes favoritos, mira narrativa, lee y escribe,
constantemente, a través de Facebook, blogs y otras formas de intercomunicación.
En la actualidad, la pantalla se convierte en el soporte
básico en el que el adolescente consume más horas. El libro, por regla general,
es un elemento relacionado con la escuela y la obligación. La pantalla es para
él o ella una puerta que le conduce a la información; sin embargo, sigue
habiendo libros en su vida. Los dos lugares fundamentales donde los encuentra
son el aula, donde el adolescente aprende a leer en profundidad, y la
biblioteca, el lugar donde aprende a leer en extensión. La literatura de su
elección: Sus cómics, su Facebook y/o sus canciones están al alcance de su mano
en su ordenador.
¿Cuándo lo lee?
En la actualidad, los adolescentes, nativos de la era
digital, están acostumbrados a la lectura digital; han roto, en cierta manera,
con los criterios de unidad y linealidad del texto publicado en papel. Les
cuesta la lectura lenta. En cambio, se adaptan mejor que los adultos a la
simultaneidad y a la fractalidad que suponen las lecturas en pantalla. Al mismo
tiempo, los jóvenes crecen en un mundo globalizado, donde la multiculturalidad
es una constante.
¿Por qué lo leen?
Básicamente leen por dos razones. En el caso de las obras clásicas, los leen por obligación (salvo excepciones). No tienen más remedio que leerlos si quieren aprobar la asignatura. En el caso de los libros de literatura juvenil lo hacen por curiosidad, la recomendación de un compañero o la insistencia de un profesor. Es él o sus amigos quien elige su trayectoria lectora y quien descubre sus referentes. Es muy probable que no toda esta literatura la elija precisamente para leer, sino para escucharla en su iPhone o en sus auriculares. O para verla en películas. O para entrar en sus blogs predilectos e interactuar con ella.
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