martes, 17 de diciembre de 2013

Cultura, comunicación y lenguajes: La comunicación verbal - Emanuele Amodi


La comunicación está constituida fundamentalmente por la trasmisión de mensajes, lo que siempre implica un intercambio, aunque este sea trasladado en el tiempo y en el espacio. Sin comunicación no habría sociedad, ya que no sería posible la producción de cultura.
La participación de varios individuos en el proceso de comunicación es fundamental, ya que esta se puede realizar solamente si existen por los menos dos polos de interacción: un emisor del mensaje y un destinatario, que asume el papel de receptor. De la misma manera, la intencionalidad de la comunicación depende del nivel en que se expresa, de los medios que se utilizan y de los deseos que los individuos tengan a la hora de emitir un mensaje.
El proceso comunicativo  se cumple cabalmente en la producción de mensajes verbales, es decir, cuando interviene el lenguaje como medio para su trasmisión. Existen algunas reglas claves de la comunicación inherentes a los dos polos de la trasmisión de mensajes: Para el emisor,  la formulación de mensajes debe respetar las reglas de la comunicación que, en primera instancia, implican una articulación que lo haga inteligible en cuanto a su significado. Asimismo, el medio utilizado (por ejemplo, la voz o la escritura) debe poder contenerlo de manera clara, ya que se puede correr el riesgo de que el receptor no pueda decodificarlo. Para el receptor,  el mensaje debe ser percibido claramente y comprendido su significado. Evidentemente, puede ser aceptado o rechazado, pero en ambos casos la respuesta se produce, lo que permite al emisor tener la confirmación de la llegada de su mensaje.

 Aunque parezca que los factores en juego en el acto comunicativo sean solamente tres (el emisor, el mensaje y el receptor) en verdad estos llegan a ser por lo menos seis, cada uno con su función específica: el emisor (función expresiva); el código (función meta-lingüística); el mensaje (función emotiva); el receptor (función conativa); el medio o canal de trasmisión (función fática) y el contexto (función referencial).
Es importante resaltar que el mensaje, aparte de trasmitir contenidos, realiza también una función emocional, ya que trasmite también informaciones sobre su intencionalidad y el estado anímico del emisor. La presencia de “ruidos”, tanto materiales como comunicacionales, pueden dificultar la emisión o la recepción de un mensaje, de allí las repeticiones y, sobretodo, el uso de para-lenguajes que añaden al mensaje verbal expresividad que facilita su comprensión: posturas del cuerpo, gestos con las manos, expresiones de la cara y tonalidad del discurso, entre otros.
Para comunicar un mensaje puede ser suficiente una sola oración, aunque generalmente se necesitan varias de distintos tipos que, articuladas secuencialmente permiten la expresión del mensaje. De cualquier manera, la oración tiene autonomía, aunque es en el contexto de un discurso que se despliega completamente el acto comunicativo.
Para que el receptor comprenda y entienda un texto, son necesarios también otros elementos como el conocimiento de la lengua y el acceso a los referentes mínimos que el emisor pone en juego, es decir, su cultura de referencia. Por esto, si el receptor no participa de la misma cultura del emisor, puede comprender el significado de las palabras y hasta el de las oraciones, pero no entiende su sentido.

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